#AhoraONunca


27 de febrero, 2017
Denise Dresser

Nadie puede estar en desacuerdo con el diagnóstico actual sobre el país. Impunidad y corrupción. Desigualdad y pobreza. Exclusión e inseguridad. Nadie puede disputar que esta coyuntura crítica exige alternativas distintas a las que hemos promovido, soluciones diferentes a las que hemos planteado, liderazgos extra-partidistas por fuera de las opciones que hasta ahora existen.

A lo largo del espectro político, la clase política se pinta sola, a diario. Hela ahí: desgastada, cansada, reiterativa, pequeña. El PRI cuarteado por la corrupción; el PAN desfondado por la división; el PRD encogido por el oportunismo. Y para muchos, Morena se ha vuelto la opción por default. Porque a AMLO ya "le toca". Porque es el único "antisistémico". Porque sólo con él habrá una rebelión en la granja, mientras los demás se dedican a saquearla.

Y el argumento es comprensible, dada la trayectoria de quienes ya han pasado por la Presidencia, paralizándola o manchándola o usándola para pelear guerras futiles. El problema es que para muchos mexicanos, las soluciones lopezobradoristas no convencen. No entusiasman. No tienen resonancia entre electores independientes e indecisos cuyos números crecen. Ya sea por la puerilidad de sus propuestas o ánimo persecutorio de sus seguidores o la virulencia de sus apóstoles o la trayectoria cuestionable de los beneficiarios de la "amnistía anticipada" que lo rodean. Es indudable que en las filas de Morena militan mexicanos valiosos y que a AMLO lo apoyan ciudadanos honrosos. Pero a pesar de ello, el lopezobradorismo/morenismo sigue sin ser la preferencia potencialmente detonadora de un cambio sustantivo, de un arrastre multiclasista, multigeneracional, plural. AMLO sigue atorado con un tercio del electorado. No más.

Porque para 60 por ciento que aún no sabe por quien votar, representa más de lo mismo. Más de una clase política que secuestra la representación popular, mimetiza el pillaje del PRI, se rota en el poder, cambiando de nombre pero no de prácticas. Más de liderazgos que huelen a viejo, rodeados de impresentables, sin nada nuevo que ofrecer o decir. Más de pactos de impunidad al que todos se han sumado, en mayor o menor medida. Para ellos, nosotros, las opciones actuales resultan insuficientes. Por su conservadurismo social o su primitivismo político o su ADN autoritario. Pedir unidad incuestionable detrás de una u otra alternativa partidista actual entraña no comprender la podredumbre de un sistema caduco. Un sistema con incentivos tales que si la Madre Teresa de Calcuta fuera electa, ella o sus seguidores acabarían con Casas Blancas o Grupos Higa. Quienes han transitado por el pacto de impunidad que padecemos no podrán romperlo porque han contribuido a su perpetuación.

Por ello la búsqueda de plataformas construidas a partir no de obediencia sino de exigencia, no de lealtad incondicional sino de comportamiento plural. Por ello el llamado de personas libres, independientes, pensantes, en busca de un modelo capaz de sacudir a los partidos, sacarlos de su autocomplacencia corrupta, de su distanciamiento con la gente. #AhoraONunca plantea irrumpir en las boletas electorales de 2018 con candidatos que no estén dispuestos a formar parte del pacto de impunidad. Los cansados de las fórmulas convencionales de hacer política. Los que -como Pedro Kumamoto- con pocos recursos y mucha imaginación están colocando en la agenda temas que los partidos no quieren tocar. Y hay tantos: la reducción en el financiamiento público a los partidos y su vinculación al voto y no al padrón; una fiscalía general que sirva; un Sistema Nacional Anticorrupción diseñado para investigar y no para tapar; el fuero y cómo se usa para proteger las trapacerías de tantos; el fin de una guerra mal librada e injustificable.

No se trata de pedir votos o confianza u ofrecer liderazgos providenciales. Se trata de organizarnos. Se trata de presentar diversas candidaturas a la Presidencia, al Congreso, a puestos desde donde se pueda innovar, proponer, pensar en políticas públicas y no solo vivir del erario. Se trata de incluir y tender manos y darle representación a quienes hoy no se sienten representados; dos terceras partes del electorado. Políticamente huérfanos. Políticamente sin casa, sin techo. Políticamente cansados de la simulación de unos y el mesianismo moral de otros. Para ellos, para nosotros, es ahora.