Antípodas


30 de julio, 2018
Denise Dresser

Antípodas de Andrés Manuel López Obrador. Posturas diametralmente distintas del gobierno electo que desatan aplausos y también despiertan dudas. Como nombrar en una misma semana a Juan Ramón de la Fuente embajador ante la ONU y a Manuel Bartlett al frente de la CFE.

El progresista y el camaleosario. La modernidad contrapuesta al atavismo. La visión de mañana todavía anclada en el ayer. Señales a veces contradictorias y a veces confusas de una administración que todavía no toma posesión pero ya ejerce el poder de hecho, con anuncios diarios, conferencias de prensa cotidianas, una actividad intensa y febril que denota ganas de sacudir, pero no siempre lo hace de la mejor manera. Porque como Jano, el dios romano de la dualidad, AMLO y los suyos miran al futuro, pero también al pasado.

Visionarios en cuanto al imperativo de la pacificación del país a través de un cambio paradigmático en el modelo de seguridad. Dejarán atrás -dicen- la guerra contra las drogas y los costos mortales que generó. Dejarán atrás - prometen- el uso discrecional de las Fuerzas Armadas y la crisis de derechos humanos que desató. A través de Olga Sánchez Cordero, el gobierno en puerta reconoce los errores de sus predecesores y promete enmendarlos vía la despenalización de las drogas y su regulación; vía Comisiones de la Verdad y su instalación; vía el distanciamiento de la Ley de Seguridad Interior y su posible derogación.

El lopezobradorismo admite las estrategias fallidas de los últimos sexenios y se alinea con gobiernos vanguardistas en temas de drogas, derechos humanos y asistencia de la comunidad internacional para encarar la impunidad y la corrupción. El nombramiento de Juan Ramón de la Fuente forma parte de esa lógica, de ese posicionamiento que mira hacia adelante y empuja al país hacia allá.

AMLO también merece palmadas en la espalda por hacer suya una demanda social impulsada desde hace una década: la reducción en 50% del financiamiento público a los partidos. De las buenas intenciones partidistas, Morena pasa a los cambios legislativos necesarios; de la posición moral, transita a la modificación institucional. Y eso merece ser destacado y festejado.

Pero al mismo tiempo, López Obrador muestra una cara distinta cuando anuncia la creación de 32 delegados estatales, dependientes del Presidente que serán los encargados de concentrar y desparramar recursos públicos al margen de los gobernadores. Treinta y dos virreyes capaces de saltar por encima del andamiaje establecido, sin rendir cuentas, creando clientelas con el argumento de atender necesidades. El proyecto lopezobradorista de delegados de Morena, se asemeja al proyecto salinista de delegados de Pronasol. Presidentes distintos, métodos similares, épocas diferentes, objetivos semejantes: usar al Estado dadivoso para apuntalar al partido hegemónico.

Eso ha caracterizado los planteamientos y propuestas del gobierno entrante: un paso hacia adelante y un paso hacia atrás. Una administración adelantada con las luces altas colocadas sobre el porvenir, pero también con la mirada atrapada en el retrovisor. Una expedición hacia el Polo Norte y otra hacia el Polo Sur. Un salto a la modernidad y luego otro al pleistoceno priista. Porque de ahí proviene Manuel Bartlett: cómplice de la caída del sistema, practicante de las malas artes en Gobernación, una “garganta profunda” del salinismo que nunca ha dicho todo lo que vio y avaló.

Aunque peleó contra la Ley Televisa, fue un férreo detractor de Enrique Peña Nieto desde el Senado y ha experimentado una metamorfosis política que -según el morenismo- lo hace merecedor de una segunda oportunidad, no hay nada en su perfil que justifique el nombramiento al frente de una CFE acorde con el México innovador. Lo distingue el tufo a estatismo disfuncional, a nacionalismo mal encauzado, a modelos energéticos arcaicos que el país debe trascender si quiere avanzar.

Mientras Juan Ramón de la Fuente augura la promoción las mejores prácticas, Bartlett personifica el rescate de las peores. Mientras la regulación de las drogas apunta al cambio, la instalación de delegados estatales sugiere la conservación. Habrá entonces que señalar y cuestionar esa dualidad emergente, esas antípodas incómodas de AMLO, esos mensajes mixtos, esas señales encontradas. Y cuidar que la cuarta transformación del régimen no desemboque en la cuarta resurrección del PRI.