Los que después de tan solo ocho años de su instrumentación dicen que no funciona; que no produce resultados; que en lugar de castigar a criminales termina por soltarlos. Y entonces proponen tirar al bebé con todo y la bañera. Aumentar las penas, aumentar la prisión preventiva, recurrir a lo que Edna Jaime llama “populismo penal”, que en realidad equivale a un retroceso civilizatorio. A un ojo por ojo, diente por diente, pedrada tras pedrada.
A un lugar antidemocrático donde se exige venganza en vez de justicia. Donde se argumenta tramposamente que la oralidad incrementa la criminalidad, cuando el problema no es el sistema adversarial sino las fallas en su instrumentación.
No es que sea imposible limpiar al bebé -nuestro maloliente sistema de justicia- pero para ello habría que reconocer la bañera defectuosa y el agua sucia con la cual intentan desinfectarlo. El andamiaje agrietado y la capacidad institucional débil. La falta de coordinación y evaluación. La ausencia de sistemas de registro, procesamiento y reporte de la información. La desigualdad de recursos a nivel estatal para la implementación de la reforma. La ausencia de transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana. La persistencia de la impunidad. La cifra negra que revela la desconfianza de ciudadanos que sólo denuncian 13 de cada 100 delitos cometidos. Todo lo que detalla CIDAC meticulosamente en su reporte “Hallazgos 2016”.
Muchos mexicanos no comprenden el sistema adversarial ni sus méritos y por ello lo descalifican, azuzados por políticos que prefieren ofrecer mano dura en lugar de mano eficaz. Critican al bebé en vez de componer la bañera; increpan al infante en vez de volver potable el agua que lo rodea. Se burlan del debido proceso, desdeñan la presunción de inocencia, niegan los derechos de los presuntos culpables. Culpan al recién nacido por no tener la piel reluciente al mismo tiempo que ignoran lo que debería hacerse para mejorar su aspecto y garantizar su salud.
Y ello transita por temas que muchos miembros de la clase política y el poder judicial preferirían no tocar. Lo incómodo. Lo urgente. Cómo entrenar y financiar y crear policías capaces de ser buenos primeros respondientes en la escena de un crimen. Cómo mejorar la calidad de la investigación de los ministerios públicos. Cómo asegurar que los inculpados reciban una defensa adecuada. Cómo profesionalizar peritos para recabar evidencia. Cómo educar jueces que sepan valorar pruebas y dictar sentencias justas basadas en ellas.
El nuevo sistema de justicia penal todavía está en pañales. El niño gatea, no camina. El pequeño no sabe limpiarse solo todavía. Su crecimiento está lleno de obstáculos como la corrupción del poder judicial, la pobreza de nuestros policías, la falta de preparación de jueces que aún no comprenden el sistema adversarial.
Sin embargo hay estados en donde ya comienza a dar sus primeros pasos tambaleantes, pero aplaudibles. Baja California, Chihuahua, Guanajuato son progenitores de un chico que empieza a caminar en la dirección correcta. De ahí habría que tomar lecciones; de esas latitudes deben provenir las pistas pedagógicas.
Y en este proceso de aprendizaje habrá que defender el nuevo sistema de justicia penal y no echarlo por la ventana ante las fallas que aún presenta. Habrá que resanar la bañera y no solo patearla. Ese es el reto, ese es el exhorto. La solución no se encuentra en más prisión preventiva, más arraigo, más cárcel, más ejecuciones justificadas. Esa es la tina tóxica de la cual venimos y lo que engendró monstruos: inocentes encarcelados, inculpados entambados, penales atiborrados, justicia fársica e inalcanzable. México transitó a los juicios orales precisamente para eliminar la podredumbre vía la transparencia. Una coalición reformista fue progenitora del infante hoy insultado, y a ese habrá que cuidarlo, ducharlo, enjabonarlo.
No caigamos en el error de tirar lo que será bueno porque todavía no lo es del todo; no rechacemos lo esencial -la vida del bebé- porque aún no logramos limpiar la mugre que lo rodea. La tarea que toca no es tirar al niño con el agua de la tina, sino asearla.