¿Mismo cincel?


10 de septiembre, 2018
Denise Dresser

“La guerra es un mal cincel para esculpir el mañana”, decía Martin Luther King. Y eso habría que recordárselo al nuevo gobierno que ofreció la paz, pero seguirá usando los instrumentos que perpetúan su antítesis. La continuación en las calles de los militares, armados hasta los dientes, entrenados para matar, no para pacificar.

Ahí permanecerán, sin estrategia clara de salida, sin plan de pacificación aparente, sin una explicación consistente. AMLO habla de “Ejércitos para la paz”; Alfonso Durazo habla de “modificar” la Ley de Seguridad Interior en vez de abrogarla; los senadores de Morena hablan de dejar todo en manos de la Suprema Corte. Como si la votación masiva en su favor no hubiera sido por un nuevo paradigma de seguridad nacional. Como si la única alternativa fuera continuar con el modelo de sus predecesores, que ha convertido a México en un país de fosas, de desaparecidos, de ausentes.
Y sí, AMLO tiene razón cuando argumenta que el país no está preparado para la retirada del Ejército de las calles de manera inmediata. Y sí, tiene razón cuando sugiere que no hemos logrado profesionalizar a las policías para que ocupen el vacío que generaría la salida de las Fuerzas Armadas. Pero en vez de desmilitarizar paulatinamente, ofrece remilitarizar agresivamente. En vez de prometer mejores policías, promete más militares. Propone, de nuevo, una Guardia Nacional conformada con la suma de 240 mil elementos del Ejército, 40 mil de la Marina, y la policía federal. Un mando único, centralizado, bajo su control, junto con el general Salvador Cienfuegos, quien lo convenció -vía 70 láminas- de continuar subcontratando la seguridad nacional a quienes no deberían estar encargados de ella.
La evidencia está ahí. Las cifras no mienten. 168 cráneos encontrados en Veracruz. Más de 250,000 muertos. Más de 30,000 mexicanos que nadie encuentra. Víctimas del crimen organizado o la policía de Javier Duarte o alguno de los tantos cárteles que operan en el territorio nacional. Pero víctimas también de una estrategia de Estado basada en el uso de las Fuerzas Armadas para pelear una guerra contra las drogas que nunca se podrá ganar. Estudio tras estudio lo demuestra: la presencia del Ejército va acompañada del incremento en la violencia. En Guanajuato, en Tamaulipas, en Guerrero. En todos los estados donde ha habido una presencia militar significativa, el índice de letalidad asciende. Porque los militares disparan en vez de aprehender; persiguen en vez de investigar; convierten a presuntos culpables en criminales “legítimamente” abatidos. Tiran a matar, y lo hicieron con dos estudiantes del Tec de Monterrey, como lo cuenta el documental “Hasta los dientes” que todo mexicano debería ver. Dado que están librando una guerra, torturan y asfixian y violan y amenazan y asesinan. Hacen la tarea que les toca y esa entraña pelear como soldados y no proteger como policías.
El nuevo gobierno prometió otra cosa; un enfoque distinto, un modelo diferente que ahora contradice. Y de ahí el llamado del colectivo #SeguridadSinGuerra: el discurso de construcción de la paz no puede ir acompañado de más militares en las calles. Su presencia no ha solucionado el problema de fondo, lo ha agravado, posponiendo la profesionalización policial, incrementando la violencia, militarizando un ámbito que debería estar en manos de civiles.
Para muchos mexicanos, un voto por AMLO fue un voto por la paz. Un voto por AMLO fue un voto por la salida paulatina y programada de las Fuerzas Armadas, no su expansión y fortalecimiento. Un voto por AMLO fue para que su partido cumpliera con la promesa de abrogar la Ley de Seguridad Interior que le da rienda suelta al Ejército, y no “dejar que la Suprema Corte decida”. Morena hoy cuenta con una mayoría tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado y su alianza con el Partido Verde incluso le ha dado la posibilidad de reformar la Constitución.
Todos los días presumen sus 30 millones de votos y su nueva hegemonía democrática. Pues precisamente porque cuentan con ella, no es necesario que esperen el fallo de la Corte.
Por congruencia con lo que ofrecieron en campaña y con lo que el país les exige, deberían destruir el cincel usado por Calderón y Peña Nieto para labrar la guerra. Usen su mayoría para formar más policías, no para empoderar más soldados. Usen su mayoría para esculpir la paz. Úsenla.