El clamor a unir filas al cual magnates y monopolistas se suman, en un esfuerzo por fortalecer la posición del país dado que el gobierno no logra hacerlo. Conferencias de prensa y discursos y pronunciamientos que buscan “Make Mexico Great Again” a base del nacionalismo. A base de palabras bonitas con las cuales enfrentar realidades feas. La realidad de un TLC amenazado, una relación bilateral agriada, un vecino enloquecido. El sueño que fue norteamérica llegando a su fin. El “Mexit” obligado, ocurriendo sin que podamos evitarlo.
Todo ello -al parecer- por culpa de Trump. Al que hay que criticar no sólo por sus políticas sino por su temperamento. Al que habrá que denunciar y confrontar día tras día, decisión equívoca tras decisión equívoca. Partiendo de la premisa de que la “normalización” y el apaciguamiento no funcionarán para detener a un narcisista patológico que ha puesto en peligro a su país y al mundo. No habrá domesticación posible; no habrá negociación posible. Cada una de sus acciones en los primeros días de su Presidencia lo constata. He allí a un personaje oscuro, divisivo, vengativo. He allí los probables resultados: una crisis constitucional, una sociedad estadounidense confrontada, un resquebrajamiento de alianzas internacionales. Una posible destitución del cargo.
Y habrá que prepararse para la incertidumbre que viene con temple, con paciencia, con visión. Habrá que reunir a las mejores mentes de México y sentarlas a la mesa, porque la coyuntura es tanto o más grave como lo fue 1994. En ese momento, la inestabilidad llevó a la unidad. La polarización llevó a la negociación. Atrás quedaron las rencillas partidistas y las peleas por el poder. Importó más salvar a México que luchar por gobernarlo. Al borde del precipicio surgieron los pactos fundacionales que hicieron posible la transición democrática. Hoy las circunstancias son más apremiantes, más amenazantes. El peligro es mayor y la clase política es peor.
Son tiempos de definiciones y de pruebas. Tiempos de descubrir quién es un patriota y quién es un oportunista. Porque hay propuestas sobre qué hacer ante Trump, muchas de ellas inteligentes y valiosas. Darle cuerda suficiente para que se cuelgue solo, mientras México busca otros mercados, otros tratados, otros socios. Permitir que Estados Unidos se salga del TLC y regirnos por las reglas de la OMC. Negar la colaboración en seguridad y combate al narcotráfico a cambio de lo que realmente queremos preservar en nuestra relación comercial. Pero qué hacer transita por el tipo de país que queremos ser.
El que se une en torno a un modelo de desarrollo económico abocado a crecer, competir, educar, transparentar y democratizar. O el que en aras de la unidad, recrea el patrón histórico que nos coloca en una posición desfavorable, siempre. El modelo mexicano basado en la extracción por encima de la inclusión, el rentismo por encima de la innovación, la cuatitud que se reparte el pastel en vez de hacerlo más grande. La corrupción que corroe todo lo que toca, consumiendo 9 por ciento del PIB. He allí los verdaderos muros, colocados por Slim y sus monopolios; edificados por Videgaray y su casa en Malinalco; construidos por el capitalismo de cuates y los partidos políticos que se nutren de él. Ese muro mental que lleva al Presidente a obtener apoyo ante Trump, y perderlo proveyéndole empleo a Virgilio Andrade.
Entonces habrá que impulsar la unidad, pero en torno al México que los golpes nos obligarán a crear. Unidad para exigir la transparencia en el gasto público luego del gasolinazo. Unidad alrededor de la reducción en el financiamiento público a los partidos. Unidad acerca del combate a la corrupción. Unidad para un Estado de Derecho que no incluya a Fiscales Carnales o procuradores a modo. Unidad y apoyo a una clase política dispuesta a reformarse a sí misma y no empeñada en protegerse a sí misma. Para ese México debe haber Resistol 5000, debe haber pegamento. Porque Donald Trump nos patea y nos humilla, pero podremos resistir si actuamos como patriotas verdaderos. Aquellos que defienden a su país de extraños enemigos, y también de malos gobiernos.