No importa cuántos golpes nos propine, seguiremos aquí -como mujeres víctimas de la violencia doméstica- esperando que algún día nos trate bien. Esta parece ser la postura del gobierno ante la amenaza que Donald Trump significa para México y sus connacionales viviendo en un país que los comenzará a perseguir. Una diplomacia agachada. Una diplomacia timorata. Una diplomacia de jerga.
Confirmada en los 11 puntos pueriles que la Cancillería ofrece ante la probabilidad de deportaciones masivas e incertidumbre angustiante. Si usted es arrestado ilegalmente, marque 1. Si usted es golpeado por ser mexicano, marque 2. Si usted es deportado, por favor espere en la línea. Increíble que Peña Nieto y su equipo, tan “visionarios” para invitar a Trump, no se hayan preparado para las implicaciones de su victoria.
Como escribiera la revista Slate, “quizás un presidente con sólo 24 por ciento de aprobación, no sabe lo que está haciendo”. Pues llegó la hora de reaccionar con inteligencia y pensar con creatividad. Porque la Presidencia de Trump no es una “oportunidad” sino un riesgo y muy grave. Habrá que tratarlo como tal y eso no justifica una diplomacia dubitativa; exige una diplomacia desafiante, basada en las siguientes premisas:
1) No a la renegociación del TLCAN. Así de sencillo, así de claro. No. Decir que se puede “modernizar” el Tratado es abrir una caja de Pandora que el gobierno de México no podrá cerrar después. La alternativa es plantear acuerdos paralelos que le permitirían a Trump salvar cara con su base en el “Trump Belt” -Wisconsin, Michigan, Ohio, Pennsylvania- pero no poner en riesgo una interacción comercial benéfica para ambos países. Y si Trump no acepta, pues que saque a Estados Unidos del TLC con las implicaciones que eso tendría sobre los 6 a 9 millones de trabajos estadounidenses que dependen del acuerdo. Como muchos han argumentado, quienes van a salvar al TLC y a los inmigrantes y a la diversidad racial en la era de Trump serán los miembros de “Corporate America”. Con ellos habrá que trabajar.
2) No a la deportación de 740 mil inmigrantes mexicanos protegidos por el DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), que llegaron a Estados Unidos de niños y llevan años estudiando y trabajando allí. No a la deportación de la mano de obra que mantiene a la agricultura, a la construcción, a las plantas empacadoras estadounidenses. Sí a cabildear con quienes los emplean.
3) Sí a la colaboración con los gobiernos estatales y ciudades “santuario” que han alzado la voz contra las políticas de Trump. Sí a la colaboración con quienes han dicho, como Mario Cuomo: “No permitiremos a un gobierno federal que ataca a inmigrantes que lo haga en nuestro estado”. Sí a la colaboración con jefes de policía como el de Los Ángeles, quien pintó su raya anunciando: “No vamos a trabajar de manera conjunta con Homeland Security en su esfuerzos de deportación. No es nuestro trabajo y no lo volveremos nuestro trabajo”.
4) Sí a la colaboración con una red de agencias, ONG, miembros del Partido Demócrata y moderados del Partido Republicano que entienden quién es Trump y cómo habrá que pararlo. Sí al apoyo al American Civil Liberties Union y a la Iglesia Católica que ha salido en respaldo a los inmigrantes. Sí al trabajo conjunto con asociaciones y abogados que defienden los derechos constitucionales y civiles de todos. Sí a los que han declarado que si Trump intenta empujar su agenda -en contracorriente a la diversidad, la tolerancia y los intereses económicos de Estados Unidos- “We'll see him in court”. Lo llevaremos a las cortes federales, a la Suprema Corte, a la Organización Mundial del Comercio, a todos los foros multilaterales posibles y necesarios.
Lo que México y su gobierno deben comprender es que el poder empuja hasta donde enfrenta resistencia. Trump seguirá siendo el “bully” de la cuadra norteamericana si alguien no lo detiene. Y es increíble que un niño cargando un cartel, en una foto que se volvió viral, lo entienda mejor que la Cancillería o Peña Nieto o Videgaray. El cartel decía “Si construye un muro, creceré para derrumbarlo”. El cartel no decía “Welcome”.